Mide tus palabras

Relatos de Aster Navas

Friday, April 29, 2005

Desencajada

A Dios gracias la señora acabó serenándose. Deshechita había estado la pobre Doña Noelia hasta ese instante.
Claro que no era para menos. Mira que también Don Pablo morirse así, de esa manera tan turbia, en ese horrible garito –siempre llevó una vida tan desordenada- del Barrio Chino…
Sí; menos mal que, al verlo en el féretro, la señora acabó tranquilizándose: todos la vieron tan entera en las exequias, tan conforme junto al ataúd de pino, tan fuerte cuando sellaron el nicho...

Ya en casa sorteó con una sorprendente elocuencia los últimos pésames y se encerró en el vestidor. Fue colocando cada prenda en su percha, cada complemento en su cajón; esta pulsera en este joyero; el broche de ámbar en aquel cofrecito; los pendientes en su cajita nacarada.

Encendió entonces un cigarrillo y cerró lenta y delicadamente la cajetilla. Sonreía.

Sonreía.

Wednesday, April 27, 2005

El guardaespaldas

Soy el ángel de la guarda de Carlitos. No; no he salido bien parado en el reparto: la criatura es inquieta y amiga de las alturas; le da por trepar muros y saltar verjas.Llevo una temporada especialmente difícil pues por su cumpleaños le regalaron una bicicleta.Agradezco tanto estos días de lluvia; la seguridad de la casa, el mecano, el vídeo… No; hoy no me ha hecho trabajar demasiado: a eso de las siete ha pegado la nariz al cristal para cerciorarse de la lluvia y ha decidido convertir el corredor ajedrezado de la casa en un brazo virgen del Amazonas. El juego consistía en vadear el río saltando temerariamente sobre las contadas baldosas blancas.Le he observado condescendiente desde el vestíbulo y hasta me he permitido una cabezadita. Me ha despertado el ruido del cuerpo zambulléndose en el agua: me hubiera lanzado –una de sus manos aún asomaba sobre los azulejos- a salvarlo pero -¡lástima!- se me ha adelantado un cocodrilo.

Buenos propósitos

El alma –también el cuerpo- le pedía cada Enero cambiar de vida: divorciarse, escaparse, raparse el pelo…
Comprendía, sin embargo, a mitad de mes, que la inercia era una ley física poderosa e incontrovertible y se fijaba metas más modestas, objetivos más realistas que se pudieran alcanzar sin grandes compromisos: acudiendo con regularidad al quiosco, al gimnasio o a una academia de idiomas. Comenzaba entonces una colección de plumas estilográficas, se animaba a practicar –martes, jueves y sábados- alguna actividad en el polideportivo y formalizaba la matrícula en un nuevo idioma.
Su esposo la miraba condescendiente. Con la llegada del buen tiempo se apoderaría de ella una insuperable desidia que le haría abandonar primero las aulas, más tarde, los vestuarios y finalmente el puesto de revistas. Para Abril habría cejado definitivamente en el empeño de dejar el tabaco, ir caminando al súper o no morderse las uñas. Él, desde el sofá, se lo reprocharía amargamente.
Vamos mejorando. Este año has llegado –Mario era, desde luego, un excelente administrativo- hasta la quinta entrega del coleccionable, la vigésimo quinta sesión de spinning y el segundo trimestre de italiano –le espetó él por teléfono al saber que aún a media mañana seguía remoloneando en la cama.


Para que luego digas que nunca termino lo que empiezo –gritó jadeante al portarretratos de su marido y siguió copulando con el desconocido hasta el orgasmo.

Con B de Barcelona

Aquella escapada de fin de semana fue un despropósito, un cúmulo de errores, un desencuentro: se extraviaron las maletas, llovió a cántaros, perdí la cartera, me torcí un tobillo, rompí –veinte años de feliz matrimonio- con Silvia.
Por lo demás –créanme- me encantó Bayadolíz.