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Relatos de Aster Navas

Friday, April 29, 2005

Desencajada

A Dios gracias la señora acabó serenándose. Deshechita había estado la pobre Doña Noelia hasta ese instante.
Claro que no era para menos. Mira que también Don Pablo morirse así, de esa manera tan turbia, en ese horrible garito –siempre llevó una vida tan desordenada- del Barrio Chino…
Sí; menos mal que, al verlo en el féretro, la señora acabó tranquilizándose: todos la vieron tan entera en las exequias, tan conforme junto al ataúd de pino, tan fuerte cuando sellaron el nicho...

Ya en casa sorteó con una sorprendente elocuencia los últimos pésames y se encerró en el vestidor. Fue colocando cada prenda en su percha, cada complemento en su cajón; esta pulsera en este joyero; el broche de ámbar en aquel cofrecito; los pendientes en su cajita nacarada.

Encendió entonces un cigarrillo y cerró lenta y delicadamente la cajetilla. Sonreía.

Sonreía.

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